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A partir de las 19:00 horas del Sabado Santo las calles del centro de Patzcuaro adquirieron un matiz místico cuando comenzó la Procesión del Silencio, el ritual religioso que año con año guarda un luto por la muerte de Jesús.
Todo inició en la explanada de la Iglesia de San Francisco, de donde salió la comitiva con las hermandades de las cofradías vestidos de negro con amarillo y de morado con capuchas cónicas que avanzaban con parsimonia en gesto de duelo. Los cofrades portaban insignias religiosas, crucifijos, farolas o quinques. Algunos cofrades portaban la figura del cristo crucificado.
Detrás de ellos mujeres enlutadas, algunas de ellas transportaban la figura de la Virgen montada sobre sus hombros. Jovenes de negro con velas encendidas y pantallas rojas, simulando faroles. Tambien jovenes vestidas a la usanza nazarena portando insignias religiosas.
La procesión avanzaba al ritmo de los tambores y los clarines. Mientras recorrían algunas calles de Patzcuaro, la noche iba cayendo, lo que daba al espectáculo un verdadero toque de congoja y lamento por la crucifixión de Jesucristo.
Luego de atravesar las calles de Federico Tena, Navarrete, Dr. Coss, Plaza Grande, Paseo, Tangara, Cipres, Terán, entre otras, el recorrido concluyó justo donde comenzó: en el Templo de San Francisco al filo de las 10 de la noche.
La tradición de la Procesión del Silencio tiene sus orígenes en España del siglo XIII, cuando los sacerdotes franciscanos iniciaron sus Procesiones de Sangre, en los que éstos se inflingían castigos físicos y representaban escenas relativas a la pasión de Cristo. En el siglo XVI, el ritual es traído a la Nueva España gracias a la orden de los carmelitas descalzos.
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